martes, 25 de diciembre de 2012

“ Años 80: Verano de garrapatas ” (I)

“ Años 80: Verano de garrapatas ” (I)
 
Cuando quiero recordar mi infancia me traslado y me doy un paseo por aquel verano de garrapatas y escarabajos de la patata.
  Entonces los veranos eran calurosos de verdad y nadie hablaba de cambio climático si, por casualidad, una tormenta se instalaba en el cielo tres días seguidos. Los aerosoles contaminaban la atmósfera con total impunidad y los envases de cristal no se reciclaban, se descambiaban para que en Ca La Pepa, lo más parecido que había a un supermercado en muchos kilómetros alrededor, no te cobrasen los envases de la Fanta como nuevos. Así era la economía sostenible entonces, sin “packaging” y con todos los alimentos envueltos en un papel recubierto por una especie de cera.
 Las garrapatas se deslizaban por el fino rebozado, solo cemento sin arena, de la pared medianera que separaba nuestra casa de la del vecino, desde la terraza donde siempre había dos o tres perros sucios, desnutridos y anónimos, hasta nuestro patio. Estos invisibles bicho planos y rojos se instalaban entre los pelos del felpudo que había en el suelo justo antes de la entrada del comedor. Los descubrí allí, diminutos, entre las letras que formaban la palabra “bienvenidos”. Yo estaba sentado en los escalones que dividían el patio en dos alturas. En mis manos tenía un pequeño transistor a pilas que tenía en un extremo una suerte de correa metálica que a mí se me antojaba como una lombriz plateada. Me entretenía con él viajando por el dial sin parar, sintonizando emisoras en busca de música por la onda media, cosa harto difícil en un transistor sin FM que era el lugar donde empezaban a surgir los programas de radio fórmulas musicales y las listas de éxitos. No paraba hasta que podía escuchar el ritmo sintético de las primeras notas de “La Dolce Vita” de Ryan Paris que era la canción de ese verano, (veranos con canciones de verano, ¡qué cosas!). Había cientos de pequeñas garrapatas, - quizá no eran cientos y sólo decenas, pero el asco y el pánico que sentí seguro que magnificó la cantidad-, buscando huésped. Huí del lugar corriendo en busca de la Iaia, mi auténtica heroína. Quedó allí un solitario Ryan Paris cantándole a las garrapatas… “Dolce Vita” y parásitos.

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