jueves, 10 de enero de 2013

Noche Vieja, (post narrado)

  La diferencia entre un ángel y un fantasma se reduce a la hora en la que alguien aprecia tu presencia y al lugar donde te creen encontrar. En mi caso me suelen hallar, últimamente, en lugares insospechados como por ejemplo reflejado en esquinas de baldosas de terrazo recién pulidas, y boca abajo, y a escala 1:100, que ya hay que tener buena vista para localizarme. Dicen que me asomo desde el quicio de una puerta, pero en realidad sólo es una mancha y un efecto de la luz...yo no me suelo complicar tanto la...¿vida?, (es una broma)

   Las veces que me toca el turno de día, debido a que tengo que suplir a alguien, son jornadas más agradecidas ya que paso más desapercibido porque me confunden con alguna visita o un familiar. Me gusta especialmente quedarme sentado a los pies de la cama. Entonces aquel que me ve piensa que soy un ángel que guarda una de las cuatro esquinas de su cama, como en la oración que aprendieron de niños. Cuando te mueres siempre añoras ser un niño, por eso siempre ven niños que les tienden la mano. Pero como yo me morí siendo un niño vi otra cosa que me gustaba, me parece recordar; ahora todo está borroso y casi no tengo recuerdos.

   Pero cuando me toca la jornada de noche lo que más me gusta es jugar con la electricidad, porque antes de reencarnarme aún no se había inventado - o descubierto, no sé cuál es la diferencia - y entonces me dedico a conectar los televisores, a subir su volumen y a llamar a los timbres de las habitaciones vacías. Entonces dicen ellos, los otros, que soy un fantasma.