jueves, 29 de diciembre de 2011

"Los escondedetrás"

No provocan gruñidos entre los perros y bufidos en los gatos, por lo que deduzco que no se tratan de criaturas malignas.
Su alimento es la empatía y por eso se pegan a ella como si no hubiera un mañana, (que no lo hay). Se quedaron ahí por culpa de una sonrisa que les despistó de su camino y con una sonrisa volveran a encontrarlo.
A veces se asoman por el hombro en busca de una mueca que les reconforte, pero como solo pueden ser percibidos por los animales, y de todos es sabido que el único animal capaz de sonreir es el ser humano, se vuelven frustrados a la parte de detrás.
No molestan ni mueven objetos, ni susurran al oído, ni tienen aliento frío; ni tan siquiera poseen peso específico, pero ahí están, esperando una palabra amable, una mirada complice y una amplia sonrisa tuya cuando me veas llegar.
Algunos niños son capaces de ver a "los escondedetrás" y se asustan porque son feos, arrugados y sin luz, y empiezan a llorar desconsoladamente sin motivo aparente. Entonces Ellos, aturdidos, se van a la parte de atrás del detrás para que el niño deje de llorar.

Cuando, por fin, algún "escondedetrás" consigue atrapar la luz de la sonrisa de un niño o niña valiente, entonces puede regresar satisfecho al sueño -mi sueño- de donde vino, de entre la vida y la muerte, y seguir, cauteloso, hasta su destino en el más allá, donde jamás se tendran que volver a esconder en la parte de atrás.

‎"¡Oh Navidad, blanca Navidad"

Hay algo de trauma infantil y de expectativas no ajustadas en todo esto de la Navidad. El bombardeo de mensajes de felicidad, familias unidas, reencuentros y amores latentes que de repente florecen con intensidad. A esto último quiero referirme.

En los primeros años de la pubertad es difiícil mantenerse al margen de tanto estímulo y por eso sucedía que, de repente, dias antes de estas señaladas fechas, un mañana te despertabas perramente enamorado de aquella niña que unas horas antes pasaba desapercibida.
A partir de aquel momento todo esfuerzo se orienta para conseguir un momento romántico, de película cursi, en la anhelada Fiesta de Navidad de clase. Uno se postula para colaborar en toda aquella actividad extraescolar necesaria para organizar una fiesta memorable. ¿El fin?: pues pasar el máximo rato en su compañia. Ir a clase juntos, regresar juntos, ir a comprar juntos, hinchar globos juntos, hacer cadenas de cartulina juntos, preparar triángulos de nocilla y de foiegras juntos... convirtiéndote así en el precursor del típico "Pagafantas". ¿El objetivo?: declarar tu amor desbocado y robar EL Beso, tu primer beso, mientras de fondo suena "Barco a Venus" de Mecano o mejor, "Te amo" de Humberto Tozzi. Mientras más cerca del final de la tarde intentes el contacto físico, mejor, porque así dejarás ese momento, ese "highlight" televisivo, en todo lo alto y ella, seguro, se consumirá de amor durante el resto de las vacaciones navideñas...¡maldito Platón!

Nunca se cumplió el objetivo pues siempre quedaba todo en ensoñaciones mucho menos dolorosas que el rechazo y el escarnio público.
Y esta situación se repetiría año tras año: primero en el colegio, luego en el instiuto.
Con todo este poso emocional, esta estructura mental creada a base de golpes de cincel de frustración, es fácil extrapolar lo que explico y observar que el comportamiento en la edad adulta no es ni mejor ni peor: es el mismo.
En mi caso, por poner un ejemplo a vuelapluma, os diré que nunca triunfé, nunca fuí el Quarterback del equipo ni ella mi animadora, pero Humberto Tozzi sigue sonando en mi cabeza y esta noche estré allí, en la Fiesta de Navidad,(esta vez en la del trabajo), observándote a ti, y a ti, y a ti también...¿te apetece una Fanta?

"Filosofía de badulaque mientras pongo lavadoras"

¿Quién sino tú para darle sentido a todo lo que te rodea?

Quizás todo existe porque tú haces que exista con tu tacto, con tu mirada, con tu olfato. Si tú no estás de qué te sirve que el mundo siga girando.
La angustia hizo que tú inventaras el tiempo. Con la esperanza de romper con la continuidad inventaste el año nuevo, pero solo para que, como la cola del vestido de una novia que va borrando todo rastro del pasado a su paso, aquello que te perturbó quede atrás, desparezca, al marcar un número en un calendario. ¡Con que tan poca cosa te conformas!.
Pero en tu fuero interno sabes que lo único que marca el paso del tiempo es la distancia que existe entre todo aquello que un día te hizo feliz y la noche de hoy.
No obstante te deseo un feliz Año Nuevo porque yo también, como tú, necesito de las convenciones para no volverme loco... aunque tengo la certeza de que el día en que muera, el Sol también dejará de salir para tí.