jueves, 31 de octubre de 2013

Relato para cagarme de miedo en Halloween, 2013.


"Truco o traCto (rectal): una historia de terror de mierda"

 Desconozco si son ustedes del tipo de persona que se quedan observando durante largos segundos el pedazo de papel higiénico que utilizan para limpiarse el ojete después de fregarlo contra su culo. ¿Qué esperan encontrar? ¿El rostro de un antepasado muerto hace siglos? ¿La cara de Cristo? Alguno se justificará diciendo que es importante ver el color y la textura y, quizás el más osado, por no llamarle guarro, se lo acercará a la nariz para oler el producto residual de su organismo, porque sus cualidades organolépticas nos pueden dar pistas sobre si padecemos alguna enfermedad, dirá. Mire usted, no me venga con cuentos: si se encuentran enfermos vaya al ambulatorio y que les hagan un análisis de sangre y no quieran justificar su comportamiento coprófago.

 

  Pues yo, hace años, decidí hacerme vegano, (muchísimo más moderno que ser vegetariano), para evitar este trance tan desagradable de malgastar tanto tiempo con la higiene íntima de mi orto. Cuando era básicamente carnívoro mis heces parecían estar fabricadas con material adhesivo: entonces empezaba limpiándome el cerito sexual de manera ortodoxa y poco a poco, sin querer, iba expandiendo todo el residuo es vez de eliminarlo. No importaba la textura del papel higiénico. Una vez perdí la paciencia y me volví tan loco que casi me lo reparto por toda la espalda llegando a la nuca  y gastando metros y metros de papel. Seguro que les ha pasado alguna vez.

 

 Pues como les decía, cuando empecé a comer césped y virutas de madera, que es lo que parece una dieta vegetariana, mis cacas empezaron a ser menos versátiles y se convirtieron en higiénicas bolitas flotantes que apenas dejaban rastro de ADN allí donde la espalda pierde su noble nombre. Otras veces son tan compactas y duras que me tengo que enfrentar a ellas, cual espadachín, con la escobilla del inodoro para partirlas en trozos más pequeños al grito de ¡touché!, pero nunca, nunca, dejan rastro ni bolitas enganchadas en los pelos de mis blancas nalgas.

 

  Años más tarde pude comprobar que el hecho de no controlar el aspecto de nuestra deyección es un error.

 

 Un día, a finales de verano, sin venir a cuento, evacué una boñiga asesina. Si, así como lo oyen. No me pregunten cómo. Yo lo atribuyo a los alimentos mal llamados ecológicos, pues todo empezó a suceder cuando comencé a frecuentar comercios tipo Veritas y timos por el estilo. Pienso que la ausencia de productos químicos en el cultivo de los vegetales pudo favorecer el crecimiento en ellos de algún tipo de bacteria de origen extraterrestre comedora de culos.

 

 Las primeras veces notaba como una especie de pellizco en el ojaldre, pero como me acostumbre a limpiarme el culo, así, por encima, con la seguridad de que mis cagadas no dejaban rastro y a no mirar con atención el inodoro, pesé que se trataba de un poco de estreñimiento. Vaciaba la cisterna y punto.

 

 El truño asesino se manifestó, finalmente, una tarde de finales del mes de septiembre, tras una pesada digestión de brevas primerizas. Quizá a ustedes, debido a sus mentes inmaduras y pueriles, les resulte divertido ver una caca con ojos y que son muy graciosas en emoticones y dibujos japoneses, pero les aseguro que es algo terrorífico.

 

 La deposición surgió del váter lentamente cuando acabé de cagar los higos y me estaba subiendo los calzoncillos. No daba crédito a lo que estaba viendo… ¡una mierda había cobrado vida! ¡Y tenía ojitos! ¡Y me miraba! Creí desmayar cuando su sucia mirada, su mirada de mierda, se clavó en la mía. Entonces hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar: cagarme de miedo, literalmente.

 

 De este modo bizarro descubrí que el truño con vida, del tamaño de mi puño, se retroalimentaba con cagadas. Una vez satisfecha su necesidad, la caca reposaba un par de días.

 

 Durante un tiempo intenté eliminarla varias veces, pero, ¿de qué modo? Por el váter no la podía tirar y…al fin y al cabo es parte de mí, como un hijo o una hija.

 

 Si, sé que soy un sentimental, pero no pude deshacerme de ella, así que decidí alimentarla. El único problema es que cada vez me exige más y más. Hace días que no doy abasto con las heces que genero. Ya no basta con la ingestión diaria de ciruelas y agua, así que he decidido sacarla a pasear por la calle de noche. Ha sido todo un hallazgo: ha dejado el barrio limpio de todas las mierdas de perro que sus putos amos no recogen.

 

 Ahora el barrio está totalmente limpio de cagadas de perro y los animalicos, pobres, que tienen un sexto sentido, saben que algo malo ocurre y no quieren salir a pasear con sus amos. Para mí eso resulta un problema, pero por otro lado se me pone dura pensando cómo se llena de mierda de perro los comedores de las casas de los guarros de sus amos.

 

 Pero hoy, mi mierda de criatura se volverá a despertar y no tengo ni una cagadita en condiciones que darle para que se lleve a su boca de mierda. He pensado que como ahora todo el mundo se ha vuelto loco con esto del Halloween, podría disfrazar a mi querido truño de niño y sería un buen momento para ir esta noche por las casas y, con la escusa de que el niño se está meando, mi truño entre en vuestros lavabos en busca de vuestra mierda. Espero que caguéis mucho hoy, porque si no encuentra qué llevarse a la boca, sospecho que mi mierda puede ponerse violenta y entonces no podré responder por lo que os pueda hacer: no habrá ni truco ni trato.

sábado, 12 de octubre de 2013

Calendario


  Quizá aún conserve en algún lugar que no sea mi cabeza aquel calendario de hojas grandes en el que apuntaba, bajo sus grandes números, las pequeñas cosas que me pasaban, y también las que no me pasaban como por ejemplo aquel beso que te di.
La bebida tuvo la culpa de que ahora tú y yo no tengamos que negociar cosas absurdas con absurdos adolescentes, (o abogados), de es...os que caminan tirados y guiados por un “Smartphone”. Esa podría haber sido una opción de entre tantas, quizás la menos dramática… ¡hay tantas!
Pero las cosas son las que son y aunque me guste andar sobre mis pasos de vez en cuando, como hago las tardes de sábado y dolor de espalda, eso no significa nada, sólo un pasatiempo, porque los números nunca se me han dado bien y prefiero la nostalgia a un sudoku.