domingo, 16 de noviembre de 2014






“Soy Troy McClure y quizás me recuerden de…”


                                                             1.
  Estoy sentado en un bar y a mi derecha, prácticamente en la esquina de la mesa, está Watanabe. Hablamos de cómo me encuentro, en ésta especie de vacío creativo y de por qué no soy capaz de hallar un tema interesante sobre el que escribir.
 Quizás por ser propietario de unos rasgos asiáticos heredados de su abuelo, Watanabe cree que cualquier cosa que diga cada vez que se le pide una opinión debe tener siempre un halo de misticismo propio de Lao Tse y suelta por la boca mierdas tipo “sé agua” o “flexible como un junco”, o cualquier tontería atribuida a Paulo Cohelo que ha leído en el Facebook de alguna amiga suya recién separada o divorciada con el coco saturado de frases motivacionales y de rencor:

- La paciencia es la madre de la ciencia – me espeta Watanabe sin venir a cuento.
- ¡Olé tú y tu originalidad! ¡Vete a cagar, anda!
  Después de un rato largo llegamos a la conclusión, obvia por otro lado, de que la realidad supera siempre a la ficción y de que la mejor manera de encontrar un tema para escribir sobre él es echando un vistazo a la sección de sucesos de cualquier periódico; el resto del asunto quedará en manos del que escribe y su pericia para adornar las situación con recursos literarios, estilísticos o lo que sea.
- ¡Oye! – exclama Watanabe - ¿Por qué no escribes algo sobre Troy McClure? – y se queda el tipo tan ancho.
  Watanabe, desconozco por qué oscura razón, tiende a creer que todos estamos dentro de su desestructurada cabeza y que sabemos las cosas que sólo él sabe. Cuando alguna vez le he hecho ésta observación me suelta un rollo sobre algo llamado ciencia infusa y el subconsciente colectivo. A veces es un tipo bastante insoportable por lo pedante que puede llegar a ponerse.

                                                   2.

 Interior noche.
  Philip E. Hartman tumbado en la cama duerme el sueño de los justos. Dos orificios en el cuello -al lado izquierdo del cricoides- ambos con entrada y
salida, y otro orificio en el cráneo que en su interior aloja una bala del calibre 22 son los que provocan que una mancha de sangre se extienda inexorablemente, como el fuel de un petrolero partido en dos, por el mar de algodón de las sábanas, ahora mortaja accidental.
  La mujer a los pies del lecho conyugal sostiene, temblorosa, un viejo revólver Colt que alguien compró en el pasado, ya olvidado, para su legítima defensa al amparo de la segunda enmienda durante los disturbios raciales del 52. Del cañón largo de la Challenger semiautomática se eleva hasta el techo una sutil columna de humo azul que se va desvaneciendo apenas unos segundos después de las detonaciones a la vez que también se desvanece la ira cegadora de la hembra despechada:
- ¡Dios, mío! ¿Qué he hecho? – grita.
  De nuevo el silencio absoluto en la madrugada.
                                                              3.
  Watanabe al ver la expresión en mi cara enseguida añade:
 - Troy McClure es un personaje secundario de Los Simpsons, aquel que es un presentador de documentales y shows televisivos, un actor que conoció cierto éxito en los años 70 y que ha ido a menos en lo profesional y personal porque cayó en desgracia cuando se supo de su parafilia sexual con los peces. Delirante, ¿verdad? Siempre empezaba su intervención con la frase “Soy Troy McClure, quizás me recuerden de…” y añadía el título de algún trabajo suyo intranscendente. Tú investigas y  luego me cuentas.
 - Cuando llegue a casa me pongo a ello Wikipedia en mano, aunque casi me lo has contado todo. – le digo, pero pienso que no tiene mucho sentido escribir sobre un personaje de dibujos animados y encima secundario.

                                                          4.
  Brynn Omdahl, tercera mujer de Philip E. Hartman, era una mujer propensa a los ataques de ira según contaban los que la conocieron. Brynn quedó embarazada de su primer hijo en la tercera cita con éste prometedor actor, especialmente dotado para la comedia y que se dio a conocer en el longevo show de la televisión norteamericana “Saturday Night Live”. Luego llegó el segundo hijo y la carrera artística de Brynn, actriz en ciernes, se vio truncada mientras la de su marido despegaba. Puede que Philip incluso le llegara a prometer que actuaría de nuevo en alguna película utilizando su cada vez más que evidente influencia en el mundo de la televisión, aunque iban pasando los años y ese papel nunca llegaba. Pero la realidad es que ahora  Brynn está conduciendo su automóvil en medio de la noche a toda velocidad.
  Tres de la mañana. El timbre de la puerta suena en el hogar de Ronald Douglas.
  Ron, amigo de Brynn, no da crédito a lo que ésta le cuenta, se niega a creer que la dulce Brynn haya acabado con la vida de su marido a balazos… hasta que ella le muestra el arma. Ron se la quita inmediatamente de la mano.
-¿Qué hay de los niños, Brynn? – pregunta angustiado Ron.
  De regreso a casa de los Hartman, Ron espera que todo se trate de una pesadilla, una alucinación de su amiga. Él sabe bien que ella ha vuelto a beber hace unos meses y que toma antidepresivos…quizás la mezcla de ambos sea la causa de este delirio. Brynn guarda silencio durante el trayecto.
  Ahora Douglas está viendo el cadáver de Philip que yace con la cara ensangrentada sobre la cama. La mujer está en el porche de la casa y los niños siguen durmiendo. Ron no puede estar un segundo más en esa habitación y sale fuera para contactar con la policía con su teléfono móvil. Marca el 911 mientras de reojo observa a Brynn que está allí parada como una estatua antigua a la que los años le han erosionado la expresión del rostro. La policía tardará unos minutos; Ron lo sabe y por eso va ahora en busca de los niños. Quizás los deba proteger. Todos esperan la llegada del coche patrulla fuera de la casa.
 La policía acaba de llegar y Ron comienza a detallar lo ocurrido.
  Mientras los agentes ponen a los niños a resguardo, Brynn Omdhal ha regresado corriendo a la habitación y se ha encerrado con llave. En la cómoda guardan un segundo revólver, lo coge y con él se descerraja un tiro en el ojo derecho. Mujer y marido son hallados muertos por los agentes cuando finalmente consiguen tirar la puerta abajo.
                                                             5.
 Una vez ya en casa leo la Wikipedia y un enlace me lleva de aquí para allá hasta que completo la historia propuesta por mi amigo, el chiflado ese que se cree un samurái japonés. ¡Vaya con Watanabe! Otra cosa no, pero de asuntos de la crónica negra mundial se ve que sabe un montón y yo por fin tengo un tema.
 Quizás más tarde escribiré algo sobre este asunto en mi blog. Podría empezar así:
“Hola, soy Phil Hartman y quizás me recuerden por poner la voz a Troy McClure en la serie animada Los Simpson, pero eso ahora ya no importa porque estoy muerto”.
 

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