Al llegar a una cafetería me gusta colocarme en la mesa más cercana a la puerta y sentarme de espaldas al resto de los clientes. Entonces saco de mi bolsa el teléfono móvil, conecto los auriculares, me los coloco en las orejas que, por cierto, no aceptan ninguno de los multiples diseños que existen en el mercado y siempre tengo que andar ajustando esos pequeños altavoces en mis fallidos pabellones auriculares, y acto seguido sintonizo alguna emisora de radio. Y bajo el volumen.
Bajo el volumen de la radio con la intención de captar las conversaciones que a mi alrededor van surgiendo y de vez en cuando alzo la cabeza y despego la mirada de la libreta, pues hoy llevo una libreta encima ya que he salido a escribir.
No espero que surjan grandes historias de lo cotidiano pero tampoco es lo que busco, como mucho algún detalle...y antes de acabar esta frase surje.
Acabo de levantar la vista porque hay movimiento a mi alrededor.
Observo como un chaval del grupo de subnormales que están comiendo en las ultimas mesas, se ha segregado del grupo empujado por la curiosidad que le ha llevado hasta un piano de pared que hay frente a mi, al lado de la entrada de la puerta de vidrio. Una esforzada monitora acaba de llegar en su busca y con un par de gestos, no exentos de autoridad y que son, sin duda, una clave, una señal conocida por el muchacho, ha llamado su atención. Esta le muestra su espalda y, estirando el brazo derecho hacia atrás, el chaval ha entendido lo que debía hacer: ha tomado primero la mano derecha de la chica y después la izquierda y la monitora, siempre de espaldas al chico, ha flexionado levemente las rodillas, lo justo, para permitir que el joven se encaramara a sus espaldas y de este modo lo ha devuelto con el resto de compañeros como si cargase con un gran saco de patatas. Sin duda se trata este de un tipo de juego, el del gato y el ratón, que admite variaciones porque la segunda vez que el muchacho se ha sentido atraído por el brillo de la madera lacada del piano, la monitora ha cambiado de estrategia y esta vez, simulando la postura de un canguro para llamar su atención, el chico, por mimetismo se ha puesto a su lado y los dos han vuelto hasta sus mesas saltando de baldosa en baldosa y sorteando los obstáculos y mi sonrisa.
Al cabo de cinco minutos todos se han marchado por la puerta de atrás y yo he seguido redactando sobre mi libreta, esta vez la lista de la compra.
3 comentarios:
Interesante...
Primera vez que me paseo por este rincón, y no te digo yo que no me haya sentido identificada con lo de ir a escribir "escudriñando" las realidades que van ocurriendo a mi alrededor.....pero, porfavor no utilices términos como "subnormales" que no lo son, eso me ha dolido en el alma. Mejor y mas propiamente personas con discapacidad, o discapacitados a secas.
Un saludor! y me pasaré más por aquí...con su permiso ;P
Hola, encantada. Me presento por primera vez en este blog. Mi nombre es Blablab
Puede ser que se refiera a una persona más bien dependiente o dirigida por otra persona que se dedique a guiar, o más bien proteger, ¿debería decir posesiva…?
El contexto del mismo solo lo sabe el que lo dijo, los demás quizás solo deberíamos de entender lo que queramos comprender. Dicen que la opinión cuenta, pero que no se debe valorar, ni juzgar, eso dicen…
Yo por lo menos voy a intentarlo.
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