El año del cometa le toqué una teta.Entonces le dije que fue un accidente y le pedí perdón, pero en realidad no fue así.Imagino que el inconsciente de mi subconsciente me traicionó.
Siempre he tenido un subconsciente muy traidor, como si una mano maligna hubiera quitado el filtro que todos debiéramos tener entre el cerebro y la boca; ese filtro que impide que la mayoria de ustedes rían en un funeral cuando alguien se acerca a la compungida viuda o viudo y le dice "lo siento" y automáticamente, como un resorte, nos viene a la memoria aquel chiste tan malo que...¡bueno ya saben cual! En definitiva, que además de carecer de ese filtro también andaba escaso de otro: el que va de los ojos a las manos, como los bebés,¡ pero es que ella me gustaba tanto!
Ella era una chica tan dulce como arisca, tan altiva como humilde, tan simpática como estúpida y sobre todo tan bonita como desproporcionada, algo que suele suceder a esas edades, ya saben ustedes, las hormonas y tal.
Lo que más llamaba la atención de ella,(siempre según el estado del que mira, y cuando digo estado me estoy refiriendo a una glándula endocrina de metro sesenta de altura y sesenta y cinco quilos de peso),
eran sus pechos decididamente anormales para su edad, la edad en que la constante de la aceleración de la gravedad carece de sentido.
Los dias, pocos, en los que uno andaba de la mano de Platón, respirando Primavera en el húmedo aire de Enero, persiguiendo mariposas por la gris y solitaria ciudad sin árboles y sin flores...vamos, lo que viene siendo estar enamorado como un gilipollas, entonces y sólo entonces, sus tetas pasaban a un segundo plano. Durante esos dias los verdes e hipnóticos ojos de ella tomaban las riendas de mis pensamientos, me secuestraban y me llevaban hasta el Muelle de una Bahía o a una calle llamada Penny Lane o a un Wonderful World, porque, como ya sabrán todos ustedes, llega un día en que uno entiende que abasolutamente todas las canciones las escribió y las cantó un desconocido para ti, incluso años antes de tu nacimiento. el día en que te descubres enamorado suele coincidir con el día que descubres la música.
En el año 1986 la prensa se hacía eco de un importante fenómeno astronómico que iba a cambiar la vida a sus coetáneos convirtiéndolos en auténticos privilegiados porque, señoras y señores, ¡mil novecientos ochenta y seis era el año del Cometa Halley! Las potencia mundiales se afanaron en enviar sondas espaciales para estudiar su composición química porque, según decían, nos aportaría información relevante y vital sobre el origen del Universo,¡como si eso importara a los quince años! Se escribieron libros y guías para entender este fenómeno astronómico, se vendieron telescopios que no alcanzaban ni para ver al vecino de enfrente rascándose las pelotas y se rodaron películas de terror apocalíptico y la astronomía se puso de moda hasta el año siguiente que vendrían a visitarnos otros cometas rasantes que cayeron en el olvido y de los que nadie supo jamás su nombre.
Recuerdo que por aquellos dias el profesor de física y química no dejaba de repetir lo afortunados que éramos pues este fenómeno sucede cada setenta y seis años, año arriba año abajo, claro está. Al instante hice números, (bueno, al instánte es algo exagerado porque los números no son lo mío), y llegué a la conclusión de que la próxima vez que se acercara el dichoso cometa a enseñarnos la colita un servidor de ustedes tendría más o menos noventa años. Si para entonces la salud y las cataratas me respetaban volvería a tener noticias del Halley y recordaría los dias que los que le toqué las tetas a aquella chica. También recuerdo que fue por aquel entonces que pensé en mi muerte por primera vez. Hasta entonces vivía en la más pura inopia pero el maldito Halley hizo que tomara consciencia de mi mortalidad. Con el paso de los años también he comprendido que seguir vivo es estadísticamente y por probabilidades un milagro, aunque mantengo la esperanza de volver a tener noticias de ese cometa y seguir tocando pechos.
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