"Truco o traCto (rectal): una historia de terror de
mierda"
Desconozco si son
ustedes del tipo de persona que se quedan observando durante largos segundos el
pedazo de papel higiénico que utilizan para limpiarse el ojete después de
fregarlo contra su culo. ¿Qué esperan encontrar? ¿El rostro de un antepasado
muerto hace siglos? ¿La cara de Cristo? Alguno se justificará diciendo que es
importante ver el color y la textura y, quizás el más osado, por no llamarle
guarro, se lo acercará a la nariz para oler el producto residual de su
organismo, porque sus cualidades organolépticas nos pueden dar pistas sobre si
padecemos alguna enfermedad, dirá. Mire usted, no me venga con cuentos: si se
encuentran enfermos vaya al ambulatorio y que les hagan un análisis de sangre y no
quieran justificar su comportamiento coprófago.
Pues yo, hace años,
decidí hacerme vegano, (muchísimo más moderno que ser vegetariano), para evitar
este trance tan desagradable de malgastar tanto tiempo con la higiene íntima de
mi orto. Cuando era básicamente carnívoro mis heces parecían estar fabricadas
con material adhesivo: entonces empezaba limpiándome el cerito sexual de manera
ortodoxa y poco a poco, sin querer, iba expandiendo todo el residuo es vez de
eliminarlo. No importaba la textura del papel higiénico. Una vez perdí la
paciencia y me volví tan loco que casi me lo reparto por toda la espalda
llegando a la nuca y gastando metros y metros de papel. Seguro que les ha pasado
alguna vez.
Pues como les decía,
cuando empecé a comer césped y virutas de madera, que es lo que parece una
dieta vegetariana, mis cacas empezaron a ser menos versátiles y se convirtieron
en higiénicas bolitas flotantes que apenas dejaban rastro de ADN allí donde la
espalda pierde su noble nombre. Otras veces son tan compactas y duras que me
tengo que enfrentar a ellas, cual espadachín, con la escobilla del inodoro para
partirlas en trozos más pequeños al grito de ¡touché!, pero nunca, nunca, dejan
rastro ni bolitas enganchadas en los pelos de mis blancas nalgas.
Años más tarde pude
comprobar que el hecho de no controlar el aspecto de nuestra deyección es un
error.
Un día, a finales de
verano, sin venir a cuento, evacué una boñiga asesina. Si, así como lo oyen. No
me pregunten cómo. Yo lo atribuyo a los alimentos mal llamados ecológicos, pues
todo empezó a suceder cuando comencé a frecuentar comercios tipo Veritas y
timos por el estilo. Pienso que la ausencia de productos químicos en el cultivo
de los vegetales pudo favorecer el crecimiento en ellos de algún tipo de
bacteria de origen extraterrestre comedora de culos.
Las primeras veces
notaba como una especie de pellizco en el ojaldre, pero como me acostumbre a
limpiarme el culo, así, por encima, con la seguridad de que mis cagadas no
dejaban rastro y a no mirar con atención el inodoro, pesé que se trataba de un
poco de estreñimiento. Vaciaba la cisterna y punto.
El truño asesino se
manifestó, finalmente, una tarde de finales del mes de septiembre, tras una
pesada digestión de brevas primerizas. Quizá a ustedes, debido a sus mentes
inmaduras y pueriles, les resulte divertido ver una caca con ojos y que
son muy graciosas en emoticones y dibujos japoneses, pero les aseguro que
es algo terrorífico.
La deposición surgió
del váter lentamente cuando acabé de cagar los higos y me estaba subiendo los
calzoncillos. No daba crédito a lo que estaba viendo… ¡una mierda había cobrado
vida! ¡Y tenía ojitos! ¡Y me miraba! Creí desmayar cuando su sucia mirada, su
mirada de mierda, se clavó en la mía. Entonces hice lo que cualquiera hubiera
hecho en mi lugar: cagarme de miedo, literalmente.
De este modo bizarro
descubrí que el truño con vida, del tamaño de mi puño, se retroalimentaba con
cagadas. Una vez satisfecha su necesidad, la caca reposaba un par de días.
Durante un tiempo
intenté eliminarla varias veces, pero, ¿de qué modo? Por el váter no la podía
tirar y…al fin y al cabo es parte de mí, como un hijo o una hija.
Si, sé que soy un
sentimental, pero no pude deshacerme de ella, así que decidí alimentarla. El
único problema es que cada vez me exige más y más. Hace días que no doy abasto
con las heces que genero. Ya no basta con la ingestión diaria de ciruelas y
agua, así que he decidido sacarla a pasear por la calle de noche. Ha sido todo
un hallazgo: ha dejado el barrio limpio de todas las mierdas de perro que sus
putos amos no recogen.
Ahora el barrio está
totalmente limpio de cagadas de perro y los animalicos, pobres, que tienen un
sexto sentido, saben que algo malo ocurre y no quieren salir a pasear con sus amos.
Para mí eso resulta un problema, pero por otro lado se me pone dura pensando
cómo se llena de mierda de perro los comedores de las casas de los guarros de
sus amos.
Pero hoy, mi mierda
de criatura se volverá a despertar y no tengo ni una cagadita en condiciones
que darle para que se lleve a su boca de mierda. He pensado que como ahora todo
el mundo se ha vuelto loco con esto del Halloween, podría disfrazar a mi
querido truño de niño y sería un buen momento para ir esta noche por las casas
y, con la escusa de que el niño se está meando, mi truño entre en vuestros
lavabos en busca de vuestra mierda. Espero que caguéis mucho hoy, porque si no
encuentra qué llevarse a la boca, sospecho que mi mierda puede ponerse violenta
y entonces no podré responder por lo que os pueda hacer: no habrá ni truco ni
trato.
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