Un instante delicioso sería algo parecido a lo de hoy, como cuando te marchabas sin irte o te ibas sin marcharte mientras estirabas, juguetona, la elástica rama de un árbol joven y el sol de la tarde, que se iba ocultando tras el parque, hacía pequeñas tus pupilas y yo me hundía en la profundidad del azul de tus ojos. Esto me pasa por no saber nadar.
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