No importaba a que lugar íbamos: tú estabas a mi lado, acurrucada en el asiento. Te incorporaste para mirar por la ventanilla y de repente gritaste -¡para aquí!. Nos hicimos una foto automática con la cámara apoyada en el techo del coche. -¿No te parece un lugar maravilloso?- dijo entonces. Nunca lo será tanto. Pero Capri y todo lo demás hace tiempo que acabó.
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