martes, 22 de mayo de 2018

Madre mía.

 Facebook mató varias veces a este Blog.

 Y es normal, porque allí hay lectores atrapados - llámales amigos - y aquí al lector tienes  que ganártelo y, por si fuera poco, desde el anonimato.

 Voy a probar de nuevo.

miércoles, 20 de abril de 2016

Me cuenta historias de fantasmas, de niños muertos que aparecen a los pies de tu cama con un mensaje del más allá, de experiencias cercanas a la muerte, de viajes astrales con vistas cenitales de tu propio cuerpo postrado en la mesa de un quirófano. Pero nada de esto me inquieta porque a los quince - la edad que toca - ya pasé por todo esto y sacié mi curiosidad con toda aquella literatura "prohibida" que busqué -camuflada en estanterias dedicadas a la psicología- sobre mancias, telequinesias y poderes de la mente varios...
Pero a pesar de toda esa información que adquirí, resultó que "El Poder de la Psicotronía" no funcionó, nunca me fue útil para doblegar la voluntad de aquella chica de ojos verdes, ni tan siquiera para deshacer una nube con solo concentrarme y desearlo: ni antes ni ahora. No todo está en los libros.

domingo, 10 de abril de 2016

Antes tenía de todo.
Ahora soy un hombre hueco.
Antes rebosaba de cosas y ahora no tengo nada. Y antes llenaba otras cosas con mis cosas y ahora soy como un... chifonier viejo y vacío en una habitación oscura.
Primero fueron las llaves y luego el aparcamiento del coche. El otro día los fogones encendidos y comida en los cajones del armario y calcetines en el congelador.
Las cosas se fueron desparramando por el camino, lentamente y de manera desordenada. Una noche perdí el amor y a la mujer que dormía a mi lado. Y al otro día unos chicos me cogían de las manos, con fuerza pero sin violencia, y decían “papá” pero yo solo quería salir a respirar el aire fresco de la madrugada.
La luz del día me traspasa, me inunda un instante y luego se va, pero casi todo es oscuridad aquí. La oscuridad y un niño que a veces viene y me dice cosas agradables, que me hace gestos y sonríe; hay algo conocido en él.
Y sigo hueco en esta habitación, con esta mujer que pregunta cosas: día, año y qué presidente manda… ¡y a quién le importa si las cosas que me dicen entran y luego se caen a mis espaldas!
- A ver, memorice las siguientes palabras: bicicleta, cuchara, manzana – dice la mujer de blanco. Pero yo sigo hueco.

miércoles, 8 de julio de 2015

"Estamos de suerte con el calor que hace"

Microrelato. "Estamos de suerte con el calor que hace"
Que hace calor esta noche es algo que se puede demostrar de manera empírica con la ayuda de un simple termómetro; o de forma mágica, de esa mágia electrónica en la que creemos a pies juntillas porque confiamos más en una aplicación para el teléfono móvil que en el sudor que se forma en el pliege del cuello. Sea como sea "my Accuwether" dice que en el exterior estamos a 28 grados Celsius, pero la mancha de humedad en la s...ábana bajera me hace intuir que en esta habitación - mal ventilada y recalentada durante todo el largo día de ola de calor - el ventilador de tres aspas que zumba desde el extremo de la cama es incapaz de competir con la temperatura de fuera y rebajar esos dígitos: aquí dentro el bochorno gana de goleada.
Imagínate que encima ésta noche te diera por hacer el amor conmigo, o follar como locos rodando por la cama como en las películas tristes de Antena 3. Pero hoy estoy de suerte con este calor y por eso tu ausencia esta noche me importa menos que tu indiferencia de día.

domingo, 16 de noviembre de 2014






“Soy Troy McClure y quizás me recuerden de…”


                                                             1.
  Estoy sentado en un bar y a mi derecha, prácticamente en la esquina de la mesa, está Watanabe. Hablamos de cómo me encuentro, en ésta especie de vacío creativo y de por qué no soy capaz de hallar un tema interesante sobre el que escribir.
 Quizás por ser propietario de unos rasgos asiáticos heredados de su abuelo, Watanabe cree que cualquier cosa que diga cada vez que se le pide una opinión debe tener siempre un halo de misticismo propio de Lao Tse y suelta por la boca mierdas tipo “sé agua” o “flexible como un junco”, o cualquier tontería atribuida a Paulo Cohelo que ha leído en el Facebook de alguna amiga suya recién separada o divorciada con el coco saturado de frases motivacionales y de rencor:

- La paciencia es la madre de la ciencia – me espeta Watanabe sin venir a cuento.
- ¡Olé tú y tu originalidad! ¡Vete a cagar, anda!
  Después de un rato largo llegamos a la conclusión, obvia por otro lado, de que la realidad supera siempre a la ficción y de que la mejor manera de encontrar un tema para escribir sobre él es echando un vistazo a la sección de sucesos de cualquier periódico; el resto del asunto quedará en manos del que escribe y su pericia para adornar las situación con recursos literarios, estilísticos o lo que sea.
- ¡Oye! – exclama Watanabe - ¿Por qué no escribes algo sobre Troy McClure? – y se queda el tipo tan ancho.
  Watanabe, desconozco por qué oscura razón, tiende a creer que todos estamos dentro de su desestructurada cabeza y que sabemos las cosas que sólo él sabe. Cuando alguna vez le he hecho ésta observación me suelta un rollo sobre algo llamado ciencia infusa y el subconsciente colectivo. A veces es un tipo bastante insoportable por lo pedante que puede llegar a ponerse.

                                                   2.

 Interior noche.
  Philip E. Hartman tumbado en la cama duerme el sueño de los justos. Dos orificios en el cuello -al lado izquierdo del cricoides- ambos con entrada y
salida, y otro orificio en el cráneo que en su interior aloja una bala del calibre 22 son los que provocan que una mancha de sangre se extienda inexorablemente, como el fuel de un petrolero partido en dos, por el mar de algodón de las sábanas, ahora mortaja accidental.
  La mujer a los pies del lecho conyugal sostiene, temblorosa, un viejo revólver Colt que alguien compró en el pasado, ya olvidado, para su legítima defensa al amparo de la segunda enmienda durante los disturbios raciales del 52. Del cañón largo de la Challenger semiautomática se eleva hasta el techo una sutil columna de humo azul que se va desvaneciendo apenas unos segundos después de las detonaciones a la vez que también se desvanece la ira cegadora de la hembra despechada:
- ¡Dios, mío! ¿Qué he hecho? – grita.
  De nuevo el silencio absoluto en la madrugada.
                                                              3.
  Watanabe al ver la expresión en mi cara enseguida añade:
 - Troy McClure es un personaje secundario de Los Simpsons, aquel que es un presentador de documentales y shows televisivos, un actor que conoció cierto éxito en los años 70 y que ha ido a menos en lo profesional y personal porque cayó en desgracia cuando se supo de su parafilia sexual con los peces. Delirante, ¿verdad? Siempre empezaba su intervención con la frase “Soy Troy McClure, quizás me recuerden de…” y añadía el título de algún trabajo suyo intranscendente. Tú investigas y  luego me cuentas.
 - Cuando llegue a casa me pongo a ello Wikipedia en mano, aunque casi me lo has contado todo. – le digo, pero pienso que no tiene mucho sentido escribir sobre un personaje de dibujos animados y encima secundario.

                                                          4.
  Brynn Omdahl, tercera mujer de Philip E. Hartman, era una mujer propensa a los ataques de ira según contaban los que la conocieron. Brynn quedó embarazada de su primer hijo en la tercera cita con éste prometedor actor, especialmente dotado para la comedia y que se dio a conocer en el longevo show de la televisión norteamericana “Saturday Night Live”. Luego llegó el segundo hijo y la carrera artística de Brynn, actriz en ciernes, se vio truncada mientras la de su marido despegaba. Puede que Philip incluso le llegara a prometer que actuaría de nuevo en alguna película utilizando su cada vez más que evidente influencia en el mundo de la televisión, aunque iban pasando los años y ese papel nunca llegaba. Pero la realidad es que ahora  Brynn está conduciendo su automóvil en medio de la noche a toda velocidad.
  Tres de la mañana. El timbre de la puerta suena en el hogar de Ronald Douglas.
  Ron, amigo de Brynn, no da crédito a lo que ésta le cuenta, se niega a creer que la dulce Brynn haya acabado con la vida de su marido a balazos… hasta que ella le muestra el arma. Ron se la quita inmediatamente de la mano.
-¿Qué hay de los niños, Brynn? – pregunta angustiado Ron.
  De regreso a casa de los Hartman, Ron espera que todo se trate de una pesadilla, una alucinación de su amiga. Él sabe bien que ella ha vuelto a beber hace unos meses y que toma antidepresivos…quizás la mezcla de ambos sea la causa de este delirio. Brynn guarda silencio durante el trayecto.
  Ahora Douglas está viendo el cadáver de Philip que yace con la cara ensangrentada sobre la cama. La mujer está en el porche de la casa y los niños siguen durmiendo. Ron no puede estar un segundo más en esa habitación y sale fuera para contactar con la policía con su teléfono móvil. Marca el 911 mientras de reojo observa a Brynn que está allí parada como una estatua antigua a la que los años le han erosionado la expresión del rostro. La policía tardará unos minutos; Ron lo sabe y por eso va ahora en busca de los niños. Quizás los deba proteger. Todos esperan la llegada del coche patrulla fuera de la casa.
 La policía acaba de llegar y Ron comienza a detallar lo ocurrido.
  Mientras los agentes ponen a los niños a resguardo, Brynn Omdhal ha regresado corriendo a la habitación y se ha encerrado con llave. En la cómoda guardan un segundo revólver, lo coge y con él se descerraja un tiro en el ojo derecho. Mujer y marido son hallados muertos por los agentes cuando finalmente consiguen tirar la puerta abajo.
                                                             5.
 Una vez ya en casa leo la Wikipedia y un enlace me lleva de aquí para allá hasta que completo la historia propuesta por mi amigo, el chiflado ese que se cree un samurái japonés. ¡Vaya con Watanabe! Otra cosa no, pero de asuntos de la crónica negra mundial se ve que sabe un montón y yo por fin tengo un tema.
 Quizás más tarde escribiré algo sobre este asunto en mi blog. Podría empezar así:
“Hola, soy Phil Hartman y quizás me recuerden por poner la voz a Troy McClure en la serie animada Los Simpson, pero eso ahora ya no importa porque estoy muerto”.
 

sábado, 18 de octubre de 2014

Relatito paraTodos los Santos 2014: "Economía colaborativa"

-Mire, así, entre usted y yo: soy un asesino en serie.
-What?
-Si, si; se lo digo en serio.

  En serio y en serie. Y acto seguido, sin mediar palabra, le arreó un testarazo en todo lo alto del cráneo son la pesada ensaladera que sostenía con ambas manos. La jambalaya se desparramó por todo el cabello y sobre el mantel. La salsa, con un ligero toque de tabasco, impregnó el rostro de Michael que, de seguir vivo, seguro que hubiese sentido un intenso picor en el ojo derecho a pesar de que éste colgaba en parte por su mejilla.

  A su vez la mujer sujetó, con su brazo hiperprotéico e hipertrofiado por el exceso de ejercicio anaeróbico, fuertemente por el cuello a Meadows mientras que con la otra mano le atravesaba la garganta con el acero inoxidable de un pincho moruno, con perdón. Los trocitos de jugosa carne vacuna quedaron muy juntos al final de la varilla, cerca del mango. El olor metálico de la sangre que brotó a borbotones de la tráquea de Meadows se mezcló con la sutil fragancia que desprendía el curry que impregnaba la carne de la brocheta.

  Asesinar nunca fue para ellos lo difícil en su trayectoria común como asesinos psicópatas. Esa era la parte creativa y la más agradecida que además les excitaba a todos los niveles. Deshacerse de los cadáveres, sin duda, también es complicado y quizás por lo mecánico del proceso les resultaba un asunto más bien farragoso y, en ocasiones, con excesos de fluidos según sus criterios y gustos particulares. No lo disfrutaban tanto y además se necesitaba de una infraestructura de la que ellos carecían, como por ejemplo un vehículo con un amplio maletero.

  Pero lo realmente complicado hoy en día es conseguir víctimas. La gente, en general, se muestra muy desconfiada y tampoco se trata de ir por la vida llamando la atención realizando secuestros cada dos por tres, un estilo que no conjugaba con ellos. Estos asesinos prefieren la sutileza, el juego del engaño, una suerte de “trompe-l’oeil” si me permiten equiparar con el arte pictórico su luctuosa actividad criminal. Les gusta la exquisitez y la sofisticación y que la víctima caiga por su propio pie, sin mediar fuerza bruta alguna ni amenaza, en la tela de araña que ellos con tanto mimo han tejido. Y para eso Internet es la clave.

  Internet es herramienta pepino, muy poderosa, que sumada a la estulticia de los que se creen modernos por seguir toda aquella tendencia y que adoran cualquier moda por absurda que sea siempre que les destaque del resto o “main stream”, como lo suelen definir, y que confían en las nuevas tecnologías - ¿hasta cuándo habrá que llamarlas así? – con la candidez propia de un infante; pues como iba diciendo, internet propicia la captación de futuras víctimas en todo los ámbitos de la maldad humana.

  Michael y Meadows tuvieron mala suerte. Pudieron haber tropezado con cualquier otro con falta de escrúpulos, que amparado por el opaco concepto de “economía colaborativa”, (eufemismo de “el buscarse la vida” de siempre), les hubiese obsequiado al final de la cena que contrataron a través de aquella página web, que ofrecía cenas en casas particulares y que proponen una visión distinta de la gastronomía local del lugar de vacaciones, con unas diarreas y vómitos al haber ingerido un sushi manufacturado por unas uñas negras después de rascarse el culo. Pero tropezaron con la pareja más letal de L’Eixample de Barcelona. Y ese fue el final de la experiencia colaborativa de Michael y Meadows, que además de costarles 35 euros por barba les costó la vida.

  Y encima ahora son el próximo menú de los asesinos del “Eatwithme.com”.

domingo, 15 de diciembre de 2013

"Gente que madruga para ir al bar"

"Gente que madruga para ir al bar"

  "El Chincheta" en un ataque de ira se tragó las seis chinchetas con las que iba a sujetar un poster de Raúl en la pared de su habitación de soltero. Acto seguido su octogenaria madre llamó por teléfono a un "tasis" para llevar al chiquillo al servicio de urgencias del hospital.

   La madre estaba más preocupada por los arranques de genio de su niño que por el futuro transito intestinal de las pequeñas y puntiagudas piezas de metal, pero el cirujano no, así que El Chincheta se tuvo que quedar ingresado.

  Durante unas semanas y cada dos días al Chincheta se la hacía una radiografía y de este modo todos pudimos seguir su particular e íntimo idilio con las tachuelas. Afortunadamente no estuve presente durante el desenlace de la historia, pero ahora, dieciocho años después, me consta que todo salió bien porque cada mañana lo veo en la puerta del bar....¡Hala Madrid!